El debate sobre la privacidad de los datos personales en internet ha adquirido una nueva dimensión tras las filtraciones sobre el programa de espionaje de la NSA.
El gigante de internet Google, en el punto de mira tras el escándalo del espionaje de EE.UU. AFP |
El debate sobre la recopilación de los datos personales de los internautas y la gestión de la privacidad que llevan a cabo las grandes empresas de internet ha adquirido una nueva dimensión a raíz de las filtraciones sobre el programa de espionaje PRISM, desarrollado en Estados Unidos por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) con la connivencia de los gigantes de la Red.
Las informaciones aparecidas en los diarios The Washington Post y The Guardian sobre el programa de vigilancia telefónica y de internet, y que señalan a Apple, Facebook, Microsoft, Google y otras compañías como cooperadoras voluntarias y principal fuente de datos de la agencia de espionaje electrónico de Estados Unidos y el FBI, multiplican las sospechas sobre el uso que hacen las empresas privadas y los organismos públicos del rastro que dejamos cuando navegamos por internet. ¿Quién nos rastrea y por qué? ¿Qué tipo de datos recaban? ¿Para qué los utilizan?
Las informaciones aparecidas en los diarios The Washington Post y The Guardian sobre el programa de vigilancia telefónica y de internet, y que señalan a Apple, Facebook, Microsoft, Google y otras compañías como cooperadoras voluntarias y principal fuente de datos de la agencia de espionaje electrónico de Estados Unidos y el FBI, multiplican las sospechas sobre el uso que hacen las empresas privadas y los organismos públicos del rastro que dejamos cuando navegamos por internet. ¿Quién nos rastrea y por qué? ¿Qué tipo de datos recaban? ¿Para qué los utilizan?
La gestión de nuestra huella digital
Hasta ahora, la principal preocupación de los organismos que velan por la protección de las libertades civiles en internet, como Electronic Frontier Foundation o Fight for the Future, se refería al uso y abuso que hacen las compañías de las 'cookies'. Estos archivos se instalan en nuestros ordenadores y dispositivos móviles con acceso a internet y permiten rastrear las webs que se visitan, a menudo sin pedir el consentimiento explícito del usuario.
Se conoce que las grandes empresas que basan su modelo de negocio en los ingresos que perciben por la publicidad online, con Google a la cabeza, controlan nuestros movimientos en la red. Un reportaje publicado en la revista The Atlantic (I'm Being Followed: How Googleand 104 Other CompaniesAre Tracking Me on the Web) explica cómo funciona este proceso. La finalidad es asignar a nuestro yo digital un perfil de consumidor con la finalidad última de colocarnos anuncios segmentados cuando visitamos sus sitios.
Las compañías que recurren a estas prácticas aducen que en ningún caso se recopilan nuestros datos de identidad (nombre, dirección, número de seguridad social o pasaporte...), y que quienes ejecutan este rastreo son máquinas y no personas. En consecuencia dicen, no hay peligro de que se usen estos datos para fines no autorizados.
Lo que sí queda registrado son otros muchos marcadores (las cookies) que conforman nuestra identidad digital. Las compañías rastreadoras asignan estos marcadores a cada uno de los internautas, identificando así quién es quién en internet: qué tipo de productos buscamos, qué compras realizamos, en qué sitios web, qué servicios usamos, qué tipo de vídeos vemos en YouTube, cuáles son nuestros gustos (qué contenidos marcamos con un 'Me gusta', un + 1 o 'retuiteamos') quiénes son nuestros influenciadores (los contactos con los que más afinidad mostramos en las redes sociales), etc.
Afortunadamente, estos marcadores digitales permanecen aún desligados de nuestra identidad física. Pero el muro de la privacidad en internet es muy fino. Los defensores de los derechos de los usuarios temen que, con el tiempo, estas empresas (o las que se dedican a recoger estos datos para vendérselos a otras), podrían conectar los registros anónimos con nuestras señas de identidad reales para ejecutar las acciones comerciales (o de otro tipo) que les convengan.
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