Esta transformación aún parece lejana porque el libro, a diferencia de la música o el cine, aún conserva su versión superior en el mundo de los átomos. Es decir: ya casi nadie prefiere un CD o en DVD disponiendo de un mp3 o un Dvdrip. Sin embargo, leer un libro todavía resulta más incómodo en su versión digital que en su versión física. A esto hay que añadir que el lector de libros, sobre todo de novelas, concede al libro un estatus casi de fetiche, por su olor, su portada, sus muescas, etc.
Pero esta situación cambiará rápidamente cuando el soporte sea idéntico o muy similar a un libro físico (un lector de libros con hojas de papel, por ejemplo, indistinguible de un libro de verdad, en el que se escriba instantáneamente cualquier libro que carguemos, polarizando la tinta electroforética insertada entre el papel). Con todo, los lectores ya están desplazando la venta de libros con menos carga romántica, como los artículos, los ensayos o los libros de texto.
A la comodidad se sumará otro factor: la ecología. Los libros físicos son muy bonitos, pero la mayoría de ellos acaban en el vertedero a pesar de que, para concebirlos, se necesita talar árboles, pagar combustible del transportista y demás gastos de las librerías físicas.
Hasta que la transformación a lo gratis sea completa, viviremos una época de gratuidad parcial o modelofreemium: es decir, descargas gratuitas por tiempo limitado, descarga de algunos capítulos, etc., con la esperanza de que el lector decida adquirir monetariamente una versión completa, ya sea en forma de átomos o de bits.
Por ejemplo, el escritor de fantasía Neil Gaiman ofreció durante cuatro semanas de 2008 libro American Godsen descarga digital gratuita. Esta disponibilidad gratuita no menoscabó la venta física del libro. Más bien al contrario: American Gods se convirtió en un best seller, y además incrementó un 40 % las ventas de los restantes libros de Gaiman durante el periodo en que uno de los títulos estaba disponible gratis.
Lo explica así Chris Anderson en su libro Gratis:
85.000 personas degustaron el libro online leyendo una media de 45 páginas cada una. Más de la mitad declaró que no le había gustado la experiencia de leer online, pero que era un incentivo para comprar la edición en tapa dura, mucho más fácil de leer. Gaiman ofreció su siguiente libro para niños, The Graveyard, en forma de vídeo de multidifusión de lectura gratuita, un capítulo cada vez, y también éste se convirtió en un best seller.
Esta tendencia sobrevivirá hasta que la tecnología no acabe desplazando la industria de los libros físicos (como ha sucedido con el cine y la música). No hay ningún motivo racional para creer que ello no sucederá en un espacio corto de tiempo. Naturalmente, existirán personas que aún comprarán libros (como siguen existiendo personas que compran vinilos), pero será un modelo de negocio marginal.
La industria editorial tiene la enorme fortuna de poder prepararse para este cambio inminente, analizando cómo está evolucionado la industria del cine y la música. Lamentablemente, muy pocas sabrán asesorarse por los expertos en el tema para adecuar su modelo de negocio al nuevo panorama: lo que harán es buscar maneras de blindar el modelo actual: quizá por miedo, quizá por desconocimiento, quizá porque los márgenes de beneficio, por primera vez en la historia, estarán más de parte del autor individual que de las editoriales, quizá porque la inmensa red de puestos laborales que acompaña a un libro (transportistas, libreros, etc.) desaparecerá total o parcialmente.
Por: Sergio Parra