domingo, 28 de abril de 2013

Diez errores que no debes cometer en tu vida profesional

18.01.2013 Tino Fernández

Al final, el fracaso profesional en un mercado de trabajo tan complicado como el que vivimos hoy, con revoluciones constantes nunca vistas, se reduce básicamente a la incapacidad para adaptarse a ese entorno cambiante y a las dificultades para fabricar nuestra propia marca y construir nuestra empleabilidad. Evita algunas chinas en tu zapato para salir ganador en una carrera en la que la competencia es feroz.


Probablemente seas uno de tantos desencantados con su empresa –o más bien con su jefe–; quizá reniegues de tu trabajo, aunque no lo dices muy alto, porque la situación actual no está para muchas quejas, y tener un empleo –aunque lo aborrezcas– es hoy más una suerte que una condena. Pero es muy posible que maldigas la hora en la que decidiste empezar aquella carrera que hoy se ha quedado obsoleta y que nunca te ha dado las ventajas laborales que tú pensabas y ella prometía.


Todo esto habla de un mercado de trabajo que ha cambiado en el último lustro a una velocidad nunca conocida, y que no deja demasiado margen para el error.

Si estudias una carrera, o buscas tu primer trabajo, o estás ya en un puesto, e incluso si piensas en cambiar porque tu vida profesional no es lo que siempre has deseado, debes afanarte en nuevas soluciones y medir la posibilidad de equivocación al milímetro.

Aquí se detallan diez errores que tienes que evitar a toda costa para lograr la felicidad laboral:

1. Nunca he sabido qué carrera emprender 
La mayor parte de trabajos que eran una garantía de éxito y seguridad a comienzos de este milenio han desaparecido de las listas de las ocupaciones que más crecen. No es un secreto que resulta cada vez más complicado orientar a las futuras generaciones acerca del camino que deben seguir, porque el mundo del trabajo cambia mucho más rápido de lo que lo hacía en el pasado. Sin embargo, aún hay quien improvisa su llegada al mundo laboral sin tener en cuenta el abismo que, en general, existe entre la escuela y la universidad y las necesidades reales de las empresas y el mercado profesional.

Esta decisión vital tiene mucho de inversión en tiempo, pero muchos han entendido la formación como algo estático que les ha encasillado sin posibilidad de un trasvase posterior. Más allá de los contenidos técnicos, resulta necesario un esfuerzo por cambiar esos conocimientos por habilidades –relacionales, organizativas, motivacionales, etcétera– y competencias. De este error se deriva el siguiente.

2. No tengo las capacidades que exige el mercado laboral 
La buena noticia es que, a pesar de la incertidumbre de un mercado sociolaboral cambiante en el que se acabó el trabajo para siempre, y en el que resulta muy difícil aconsejar sobre las carreras más adecuadas, es posible detectar algunas capacidades que definen los perfiles con más futuro.

La mala –pésima– es que tus oportunidades de encontrar un empleo o de progresar en tu carrera se reducen drásticamente si no trabajas cada día tu empleabilidad para adaptarte al nuevo escenario profesional.

3. Me fijo más en el sueldo que en mi desarrollo 
Resulta difícil resolver el dilema de si es preferible trabajar en algo que no nos gusta demasiado, o que aborrecemos, siempre que se gane mucho dinero, o si es mejor tener un empleo seguro que nos satisfaga plenamente, aunque esté mal retribuido. Las ocupaciones que producen más felicidad son las que implican un mayor grado de realización personal, y se basan por tanto en las actividades que aportan un alto valor. Aquí el dinero no tiene mucho que ver con la satisfacción en el trabajo.

Hay quien habla del estado de flujo, que hace que estemos absortos en nuestra actividad y sintamos una enorme satisfacción; trabajamos para ser dichosos, con capacidad de realización y desarrollo personal antes que de ganar dinero. Hay un resultado directo para la empresa: la persona tiene un 57 por ciento menos de posibilidades de dejar la compañía, y se esfuerza un 87 por ciento más.

El concepto de felicidad guarda relación con la decisión de trabajar en una empresa de forma comprometida, y los expertos calculan que la motivación extra que proporciona un aumento de sueldo dura tres meses y, según la mayor parte de estudios al respecto, queda claro que el dinero no es nunca el principal factor motivador. De hecho, una investigación de la Universidad de Princeton asegura que a partir de unos ingresos anuales de 75.000 dólares no hay mayores consecuencias en términos de estrés, disfrute o frustración.
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Fuente: Expansion.com

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